EL ACOSO ESCOLAR O BULLYING

En los últimos años se ha incrementado el interés, estudio e investigación sobre la agresividad y violencia en la infancia y adolescencia, y por tanto, por su repercusión social, el fenómeno del acoso, también conocido como «bullying». Prueba de ello, son los numerosos casos que están saliendo a la luz en los medios de comunicación sobre este fenómeno, y las numerosas publicaciones sobre el mismo. Se podría entender que el acoso escolar sería un problema únicamente circunscrito al ámbito escolar, pero se trata de un fenómeno que va mucho más allá, y trasciende este ámbito teniendo, en la mayoría de casos, una gran trascendencia social, que hay que abordar desde varias vertientes: sociales, psicológicas, jurídicas y educativas.

  1. ¿Qué es el acoso escolar o «bullying»?

Lo primero que estudió el fenómeno del acoso escolar fue D. Olweus, en 1983, y la definición que dio es la más aceptada hoy en día: «Un estudiante se convierte en víctima de acoso escolar cuando está expuesto, de forma reiterada ya lo largo del tiempo, a unas acciones negativas llevadas a cabo por otro u otros estudiantes «.

En la literatura especializada es frecuente encontrar el término inglés «bullying». Cuando se habla de acoso escolar nos referimos a maltrato entre iguales. Son situaciones en las que uno o más alumnos persiguen e intimidan a otro u otra -víctima- mediante insultos, rumores, vejaciones, aislamiento social, apodos, agresiones físicas, amenazas y coacciones, etc. Este maltrato, tanto físico como psíquico se puede desarrollar a lo largo de meses e incluso años.

Los criterios diagnósticos diferenciales respecto a los enfrentamientos abiertos entre iguales, o como a veces se dice, coloquialmente, «cosas de niños», y que se dan simultáneamente, son los siguientes:

  • Una víctima que es atacada, física y / o psíquicamente, por uno o varios acosadores.
  • El maltrato se da de forma reiterada y continuada en el tiempo
  • Se llega a producir un desequilibrio de fuerzas entre el / los acosador / si la víctima que lleva a ésta a un estado de indefensión, con repercusiones significativas en los ámbitos de su vida (académico, familiar, afectivo, emocional, … )

No podemos incluir en la definición de acoso los malos tratos entre compañeros, comportamientos que, aunque sean negativos, son ocasionales, se producen puntualmente o la víctima no es siempre la misma persona. Ni las peleas de fuerza y ​​poder similar entre alumnos, ni las intimidaciones ocasionales entre profesor y alumno pueden considerarse parte de un episodio de acoso.

Hasta hace poco, se creía que la víctima, era siempre alguien que sufría una deficiencia física o psíquica. Hoy se sabe que no es así, las estadísticas demuestran que la víctima puede ser cualquiera, y que el acoso se da más a la educación primaria que en la secundaria y el bachillerato, aunque adquiere formas más visibles en estas últimas.

Una de las características que más llama la atención, es que en el acoso escolar es extraño que se produzcan peleas abiertas y visibles, siendo el más habitual que nadie vea nada ni diga nada, lo que se conoce como el de los «testigos silenciosos «, que pueden ser tanto alumnos como profesores, consiguiendo, con esta actitud que el aislamiento de la víctima se produzca más rápidamente. Desgraciadamente en estos casos es frecuente que el / los representante / s del centro escolar, actúen trivializando o banalizando el problema, con la única intención de que no se produzcan rumores sobre la existencia del mismo, que podrían suponer una mala publicidad por el centro , quedando parado el abordaje psicopedagógico del centro escolar.

Las consecuencias del acoso suelen ser muy negativas, no sólo para quien las padece, sino también por los participantes silenciosos, pasivos o no, como por los acosadores, por lo que es necesario proceder de la manera más rápida posible, en cuando se observan los primeros indicios, con el diagnóstico, teniendo en cuenta que cada caso tiene sus particularidades.

  1. Consecuencias del acoso escolar

El acoso escolar no es un aspecto propio de la evolución y crecimiento de los niños (el acoso escolar no es una «cosa de niños» como a veces se puede escuchar), ya que puede ocasionar conflictos, tanto en la salud mental y / o física de las víctimas, como en la de los acosadores y en la de los testigos silenciosos (pasivos o no).

No es frecuente que las víctimas pidan ayuda psicológica, ya que al principio es muy difícil que tanto los padres o la propia víctima se identifiquen y / o reconozcan lo que está pasando, ya que, como ya se ha dicho el acoso escolar el puede sufrir cualquiera. Generalmente, cuando se identifica el problema, el daño ya se ha producido. También hay que mencionar, que hasta hace relativamente poco tiempo, había muy pocos especialistas, psicólogos o psiquiatras, formados en este campo. Igualmente es necesario insistir en la importancia del diagnóstico diferencial, dado que las víctimas de acoso escolar sufren daños debido a unos factores externos, y no por conflictos propios de su estructura de personalidad o de factores psicológicos constitutivos previos. Tan perjudicial es sufrir acoso como no detectarlo a tiempo o realizar un diagnóstico erróneo, ya que, esto último, produciría un efecto de retraumatización de la víctima, alimentando el concepto de «todo lo que me pasa es por mi culpa».

Las víctimas pueden sufrir lesiones físicas (más habitual en alumnos de secundaria y bachillerato que en primaria), miedo y ansiedad, que en los casos más grúas puede ir acompañada de ataques de angustia. Además es habitual que sufran depresión dada la indefensión generada, y la consecuente distimia y / o labilidad emocional que no debe confundirse con los cuadros neuróticos. También son habituales los cuadros de estrés postraumático y sintomatología psicosomática (dolor de cabeza, náuseas, febrícula, enuresis, insomnio, …). Aparecen problemas de inadaptación escolar, que antes no se daban, como por ejemplo una caída en el rendimiento escolar, actitudes de retracción y negativa a participar en actividades grupales, absentismo escolar y empezar a llegar tarde a la escuela. Todo esto hace que la víctima se sienta cada vez más extraña, menoscabando su autoimagen y su autoconcepto, y perdiendo sus habilidades sociales, con el resultado que va perdiendo las amistades.

Los acosadores escolares suelen ser individuos que han sido sometidos directa o indirectamente a acoso en otros ámbitos de su vida, como por ejemplo situaciones de violencia de género o doméstica o maltrato entre generaciones, con lo que la probabilidad de que estos comportamientos se mantengan y radicalicen, en posteriores etapas de la adolescencia y de la vida adulta, son elevadas. Hay varios estudios que muestran que los adultos que han acosado durante su infancia tienen más probabilidades de tener antecedentes penales. Hoy en día también se conoce que existen otro tipo de comportamientos que también son factores de riesgo, como por ejemplo la ausencia de acuerdo entre los padres en cuanto a las normas, permisividad excesiva o inconsistencia en su aplicación, disciplinas que se caracterizan por excesivas órdenes, muchas críticas y humillaciones y escasa atención a las conductas de los hijos. Muchas veces estos comportamientos no van dirigidos a escuchar las dificultades y necesidades de los niños, sino que únicamente van dirigidos a dar la imagen socialmente deseada por los padres, es decir, en lugar de plantearse la pregunta: ¿Quién es mi hijo y qué necesita para mejorar? Se plantean la pregunta equivocada: ¿Qué quiero que sea mi hijo y que deseo que vean los demás en él?

Los testigos silenciosos. Los niños que sencillamente observan este comportamiento de forma pasiva también pueden verse afectados, en el sentido de que pueden llegar a sentir cierto malestar emocional y pensar que la escuela no es un lugar seguro. Los testigos participativos pueden llegar a tener sintomatología similar, a pesar de menor intensidad, que las víctimas, como miedo y ansiedad, ya que suelen pensar que si no actúan siguiendo los acosadores la próxima víctima serán ellos.

La clave del control de las situaciones de acoso está en los testigos silenciosos, que dejan que pase la situación de acoso, y aquellos que animan a los acosadores. La única forma de solucionar realmente una situación incipiente de acoso se enseñar a estos testigos a reaccionar frente a esta.

  1. ¿Qué hacer en caso de indicios de acoso?

Si sospecha que su hijo es víctima de acoso escolar, lo primero que tiene que hacer es hablar con él / ella, y escuchar atentamente. En general los niños que sufren acoso son reacios a hablar sobre lo que les pasa, ya que se sienten desconcertados y tienen miedo a las represalias. Si hablan directamente es una buena señal, ya que puede ser indicativo de que el acoso es incipiente. En caso de negativa a hablar sobre el tema, se puede intentar realizar preguntas indirectas. En este último caso es recomendable acudir a un psicólogo, que pueda orientar tanto a los niños como a los padres.

En el caso de que existan indicios claros de acoso, los padres deben prestar al niño / a un apoyo incondicional, nunca trivializar, banalizar, restar importancia o dudar de lo que está contando, ya que puede llegar a creer que lo que está sufriendo es normal. No es cierto, a pesar de que por desgracia sea frecuente escucharlo, que esta situación les hace ser más duros o que los prepara para lo que les espera en la vida, a pesar de que  tampoco hay que compadecerlos, sino ayudarles a comunicar lo que les pasa, ya que ésto les hará aumentar la confianza en sí mismos. Tampoco se ha de animar a los niños a que respondan con violencia u otro tipo de conducta vengativa, si no a repeler, a pesar de la dificultad, estas conductas de acoso cuando se produzcan, mediante estrategias previamente ensayadas. También es importante animarles, aunque sea difícil, a que no haga caso del acosador, así como que lo hable en clase de tutoría, decir al profesor o adulto que se encuentre en ese momento a cargo. A pesar de todo es muy ​​poco frecuente que, un caso de acoso escolar, se solucione hablando con el profesor o tutoría, ya que muchas veces el problema entre los compañeros se agrava, pero hay que tratar, y siempre le tenemos que hacer sentir, que no está solo en esta situación.

Se ha de recordar que el centro escolar asume la guardia y custodia del menor por lo que debe responder a los hechos que sucedan en el mismo, y proteger al mismo de que no sufran ningún daño, a la vez que debe responder por los actos que se produzcan por parte de los alumnos. Así la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, que contempla, entre otras, las funciones de los profesores establece: «La contribución a que las actividades del centro se desarrollen en un clima de respeto, de tolerancia, de participación y de libertad para fomentar en los alumnos los valores de la ciudadanía democrática«.

Por todo ello, el siguiente paso, es pedir visita, primero con el tutor / a y después con la dirección. En función de cómo se desarrollen las entrevistas, y de las actitudes observadas, ya podremos tener una idea más o menos clara, de cómo abordarán el tema.

El acoso escolar existe en todos los colegios e institutos. Aquellos centros que manifiestan que en el suyo no existe, apoyándose en que tienen un programa de conflictos de convivencia, son los centros con los que hay que ir con más cuidado, ya que la negación no deja ver, pues para ellos la prioridad no está en el entendimiento y la prevención, si no que, en caso de problemas, anteponen la imagen pública del centro.

Por desgracia, esta actitud, que se da tanto en centros públicos como en los privados, con una mayor proporción en estos últimos, es más frecuente de lo que sería razonable. En estos casos lo más aconsejable es proceder a un cambio inmediato de centro de la víctima, ya que aunque sea traumático para el niño / a víctima del acoso, es mucho peor mantener la situación que puede producir graves daños psicológicos en las víctimas.

Si por el contrario, como sería lo lógico, el centro escolar muestra preocupación por lo ocurrido y no niega la problemática, seguramente iniciará actuaciones para paliar la situación, como por ejemplo la puesta en funcionamiento de un programa de mediación. Este programa se llevará a cabo una persona, con la formación adecuada, y neutral, que no haya estado en contacto con la víctima y / o el acosador. En este sentido hay que recordar que estamos frente a una problemática que puede resultar grave, y que las terapias «en positivo o culpabilizadoras» como, por ejemplo: «piensa en cosas positivas» o «tienes que intentar hacerte amigo / a de estos niños «, lo único que consiguen, normalmente, es intensificar la problemática.

En caso de que el centro escolar no disponga de un psicólogo / a o persona suficientemente especializada en mediación, se debe exigir que se informe a un equipo especializado, para que intervenga, como por ejemplo, en el caso de Cataluña, las Unidades de Apoyo a la Convivencia Escolar, o en el Equipo de Atención Primaria (EAP) de la zona.

Es aconsejable, para que quede constancia, por si después, desgraciadamente, se fuera a acabar emprendiendo acciones judiciales, poner en conocimiento de las autoridades en materia de educación, como por ejemplo la correspondiente unidad de inspección del departamento o consejería de Educación de la Comunidad Autónoma, aportando toda la documentación posible (notas en la agenda, revisar los trabajos del niño / a donde a veces se pueden encontrar indicios de la situación que padecen, etc.) que prueben la situación de acoso. Sin embargo, no es aconsejable depositar grandes esperanzas en la actuación que pueden llevar a cabo dichas autoridades.

Por el motivo anterior, todas las peticiones de entrevista, tanto las que se realicen en el centro educativo, como las autoridades educativas, queden registradas de alguna manera (en la agenda escolar, mediante carta certificada con acuse de recibo, burofax, etc. .). También es recomendable, llegado a este punto, contar con el asesoramiento de un abogado / a.

En algunas ocasiones, por suerte pocas, aunque pensamos que al cambiar al niño / a de colegio, la situación se ha calmado, el acoso puede continuar fuera del centro escolar, ya sea mediante los niños o en ocasiones los adultos que algunas veces pueden apoyar el comportamiento acosador de sus hijos, y en este caso no hay más remedio que poner el caso en manos de los tribunales de justicia, ya que además también existe la posibilidad de que las víctimas se vuelvan a encontrar con los acosadores al largo de su vida.

Una vez se ha agotado la vía administrativa, y en el caso de que no se reconozca el acoso, también nos podemos dirigir al Defensor del Pueblo, en Cataluña el Síndic de Greuges, que suele tratar esta problemática con gran sensibilidad, realizando una investigación de lo ocurrido. A pesar de esta institución no tiene competencias judiciales, sus dictámenes / resoluciones gozan de prestigio, y tienen peso en el caso de que sea necesario dirigirse a los tribunales.

Si se sospecha de la posibilidad de que su hijo/a sea el acosador/a, porque otros padres o el centro escolar se pongan en contacto para exponer la problemática, a pesar de que la primera reacción suele ser, como en el caso de la víctima, la de negación de la problemática, intente escuchar y estar abierto a la observación de este comportamiento. Tampoco es recomendable banalizar la problemática, ya que como ya se ha comentado, un comportamiento acosador durante la infancia puede conducir a problemas de por vida. Tampoco es aconsejable la culpabilización o la crítica, a pesar de hay que dejar claro que no tolerará este tipo de comportamiento. Recordar que muchas veces el acosador sufre o ha sufrido de abusos verbales o físicos de otros niños, padres o hermanos, y después se comporta de esta misma manera con otros niños. En muchos de estos casos es más que recomendable buscar asesoramiento psicológico para manejar esta problemática.

AUTOR

Angeles Codosero Medrano

Psicóloga clínica y psicoterapeuta psicoanalítica

Psicóloga clínica (Col. núm. 6267)
CENTRE DIAGONAL. BARCELONA.
www.centrediagonal.com

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