LA DEPRESIÓN EN LA ADOLESCENCIA

Con frecuencia nos podemos encontrar con adolescentes con una actitud taciturna, introvertida y con poco o ningún interés en sus actividades cotidianas. Los percibimos abatidos, desanimados, con la autoestima baja y con sentimientos de desasosiego, desconsuelo y tristeza.

La mayoría de los adolescentes pasan por períodos depresivos propios del proceso de maduración y el estrés asociado con éste, como un fracaso parcial en los estudios o la ruptura de una primera relación de pareja, o por no sentirse a gusto con los amigos o por conflictos con sus padres por debatirse entre la dependencia e independencia, o por una presunta incomprensión de los progenitores.

El problema se presenta cuando este estado depresivo se arraiga y lo lleva a una irritabilidad, a una incapacidad para disfrutar la vida, a trastornos del sueño, al autodesprecio, a sentirse culpables, al miedo y a pensamientos o comportamientos autodestructivos o, incluso, a intentos de suicidio. Es en estos casos cuando nos encontramos ante un estado depresivo que requiere atención profesional especializada.

La depresión en el adolescente es normal, por así decirlo, cuando esta conducta es una respuesta temporal a una de las tantas circunstancias que la pueden provocar, como los cambios hormonales, el estrés estudiantil, la muerte de un ser querido, la separación de los padres, el traslado de un país o una población a otro/a, o la crisis existencial propia de la búsqueda de la identidad que acostumbran a sufrir los adolescentes. Otros causantes son el maltrato y el acoso sexual infantil o el tener antecedentes de padres o parientes cercanos depresivos.

Es complicado diagnosticar la depresión en los adolescentes, debido a que se ha de realizar un diagnostico diferencial respecto a lo que puede ser propio de esta etapa. Se estima que, en los países desarrollados, un 17 % de los jóvenes ha experimentado al menos un incidente depresivo, siendo las mujeres las más afectadas. Las adolescentes presentan el doble de probabilidades de experimentar depresión que los adolescentes; además, la depresión en la adolescente acostumbra a correlacionar positivamente con la bulimia y la anorexia.

En general, la depresión puede cambiar o deformar la forma como los adolescentes se ven a ellos mismos y a sus vidas, así como a las personas de su entorno. Los adolescentes con depresión, por lo general, lo ven todo mucho más negativamente y son incapaces de imaginar que cualquier problema o situación se puede resolver de un modo positivo. Algunos de estos síntomas de depresión pueden estar presentes:

  • Agitación, inquietud e irritabilidad

  •  Cambios en el apetito (por lo general pérdida del apetito, pero a veces aumento)

  • Dificultad para concentrarse

  • Dificultad para tomar decisiones

  • Episodios de pérdida de la memoria

  • Fatiga

  • Sentimientos de minusvalía, desesperanza, tristeza u odio hacia sí mismo

  • Pérdida del interés o el placer en actividades que alguna vez le eran divertidas

  • Pensar o hablar acerca del suicidio o la muerte

  • Problemas para dormir, sueño excesivo, somnolencia diurna

Algunas veces puede haber cambios de comportamiento súbitos, o la aparición de nuevos problemas en el hogar o en la escuela, cuando todavía no hay ningún signo o síntoma de depresión o tristeza, que pueden estar encubriendo una depresión:

  • Comportamiento inadecuado (incumplimiento de las normas familiares o actitud desafiante poco común) ·

  • Conducta delictiva (como hurtos)

  • Rendimiento escolar inestable; baja en las calificaciones

  • Patrón de comportamiento exageradamente irresponsable

  • Consumo abusivo de alcohol u otras sustancias tóxicas

  • Distanciamiento de la familia y los amigos, pasando más tiempo solo

Los padres de un adolescente con tendencias depresivas deben estar en alerta sobre si esta condición supera las dos o tres semanas, y en ese caso acudir al psicólogo clínico o psicoterapeuta para su diagnóstico. La psicoterapia será útil en ambos casos, sea la depresión pasajera o la crónica, para aumentar la autoestima del adolescente, elevar su confianza, contribuir a su propia identificación, y para dotarle de recursos para afrontar problemas y alcanzar objetivos. La terapia de familia será apropiada si la relación con los padres es el desencadenante del trastorno.

AUTOR

Angeles Codosero Medrano

Psicóloga clínica y psicoterapeuta psicoanalítica

Psicóloga clínica (Col. núm. 6267)
CENTRE DIAGONAL. BARCELONA.
www.centrediagonal.com

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