LA «PAREJA DE PADRES» DESPUÉS DE LA SEPARACIÓN

El presente artículo es una reflexión sobre una realidad que afecta a un gran número de parejas en nuestros días. El objetivo del mismo es realizar una serie de consideraciones y proponer unas pautas que, aunque puedan parecer muy lógicas, no son excesivamente frecuentes, al menos en base a los relatos que se escuchan en la consulta profesional.

Cuando una pareja con hijos ha tomado la decisión de separarse o divorciarse, inmediatamente aparecen muchos interrogantes sobre como esto va a afectar, y de qué modo lo han de comunicar a la familia, y especialmente a los hijos.

En primer lugar, una vez tomada la decisión, es importante que la pareja pueda pensar en cómo este cambio puede afectar a los seres más próximos, buscar posibles soluciones y pensar en cómo lo han de comunicar. Una vez la pareja tenga claro estos puntos, es recomendable sentarse con sus hijos y explicarles, en un lenguaje sencillo y claro, los cambios por los cuales pasará la familia, como les pueden afectar estos cambios y las posibles soluciones, además de informar que uno de los padres, probablemente, cambiará de domicilio.

Debe comunicarse, de una manera clara e inequívoca, que la separación o divorcio no es a causa de ellos, por lo que no han de sentirse culpables, si no que se debe a desavenencias y diferencias entre los padres. También debe hacerse hincapié que, aunque los padres no van a vivir más juntos, esta circunstancia no significa que ambos dejen de quererlos y ocuparse de ellos, sino que van a seguir siendo una “pareja de padres”.

No se les ha de hablar de las causas concretas que motivan la separación, sino en qué y cómo les va afectar, para luego responder a las preguntas que ellos deseen realizar. Es posible, y frecuente, que en un primer momento no hagan muchas preguntas, pero siempre se ha de mantener una actitud abierta ante la posibilidad de que las hagan en otros momentos, y por ello, estar totalmente de acuerdo, y por lo tanto haber realizado una planificación previa, en las respuestas en el supuesto que las preguntas las realicen a uno solo de los progenitores, para mantener la coherencia.

Hemos de tener en cuenta que, al igual que la pareja, los hijos también necesitan su tiempo para hacerse a la idea de la nueva situación. Si ha habido mucha tensión, peleas y rencillas entre los padres, los hijos mayores tienden a no sorprenderse ante la decisión del divorcio o separación, aunque no por ello debemos de pensar que no les afecta, o que incluso lo prefieren. Igualmente, en los niños muy pequeños, menores de tres años, y aunque pueda parecer que tengan una actitud de que no les afecta, como si el hecho no fuera con ellos, pueden darse manifestaciones en su comportamiento o cambios en su estado de ánimo.

Los padres no deben presentar reacciones agresivas contra sus hijos para vengarse de la pareja. No deben amenazar a la pareja, como es relativamente frecuente en algunos casos, con el hecho que, si se divorcian o separan, les harían un daño tremendo a los hijos, para tratar así de evitar la separación.

Tras la separación no deben existir conductas inapropiadas que afecten a los hijos, tales como el abandono afectivo por parte del progenitor que no tiene la custodia, o la sobreprotección por parte del que la tiene, ni utilizar a los hijos como «espías» para que les informen de “qué está haciendo” el otro cónyuge, o utilizar a los hijos como mensajeros para comunicarse entre ellos.

También se ha de estar atento como “pareja de padres” que se sigue siendo y se será el resto de la vida, de no caer en los pequeños “chantajes emocionales” de los niños, como “si no me das esto o aquello me voy a vivir con el papá o con la mamá”.

Tampoco se le debe presentar al hijo una nueva pareja antes de que esté en capacidad de asimilar ese impacto. Se les ha de dar tiempo para que puedan elaborar la separación de los padres.

Todos estos comportamientos provocan huellas profundas en la formación psicológica de los niños, y pueden ocasionar ansiedad, miedo, inseguridad, sentimientos ambivalentes y diferentes trastornos de conducta.

Cabe señalar que cada familia es un mundo, por lo que, en muchas ocasiones, lo comentado hasta aquí no es tan sencillo como parece, y se hace necesario acudir a un psicoterapeuta de familia, ya sea por las particularidades de cada uno de los miembros de la familia, o porque resulta muy incómodo preparar a los niños para la separación, o porque la pareja no se pone tampoco en esta ocasión de acuerdo. También puede ocurrir que los niños empiecen a presentar cambios en el humor o en el comportamiento, con frecuentes llamadas de atención, entonces además se hace conveniente consultar con un psicoterapeuta infantil.

Finalmente, hemos de recordar que siempre que no haya más remedio que la separación o el divorcio, es preferible que ésta sea amistosa, de mutuo acuerdo, y no conflictiva, por el beneficio y bienestar de los hijos, y de la propia pareja. La pareja ha de ser capaz de “aparcar” en ese momento sus diferencias, así como la rabia y el rencor que pueda existir.

AUTOR

Angeles Codosero Medrano

Psicóloga clínica y psicoterapeuta psicoanalítica

Psicóloga clínica (Col. núm. 6267)
CENTRE DIAGONAL. BARCELONA.
www.centrediagonal.com

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