Las estrategias que puede usar un manipulador para conseguir sus fines son muchas y diversas, pero este es uno de los métodos más crueles y sibilinos, capaz de anular las opiniones, la perspectiva y hasta la identidad de quienes están sometidos a él
Un comportamiento manipulador es el resultado del uso de diversas estrategias cuyo fin es el de influenciar y condicionar la forma de actuar de otra persona, sin que esta se dé cuenta ni sea consciente de lo que sucede. “Una persona que manipula quiere imponer una perspectiva que favorezca su deseo de controlar y someter al otro para servir a sus fines, a través de anular las emociones, experiencias, e incluso la propia percepción de la realidad de su víctima”, explica el psicólogo, hipnoterapeuta y coach mexicano Mario Guerra. Los estilos de interacción más comunes, según este experto con 160.000 seguidores en Instagram, suelen darse en los vínculos más íntimos, como en las parejas. Y el perspecticidio es una de las técnicas de manipulación más extremas, cuando una persona somete a otra a su total dominio y la víctima pierde su perspectiva para aceptar la de la parte abusadora como la suya propia.
“La manipulación se puede dar en cualquier relación donde el manipulador ansía el control, la influencia y el poder sobre la otra persona. Hay algunas tácticas manipulativas bastante comunes en el inicio, por ejemplo, de un vínculo amoroso como es el Love Bombing o el llamado bombardeo de amor”, agrega el psicólogo. “Cuando el manipulador abruma en exceso con mensajes de amor, y es demasiado detallista con su víctima, sin apenas conocerla, esta ya es en sí una forma de manipulación muy típica de los manipuladores narcisistas”. Sin embargo, agrega Guerra, “cabe señalar que no todo manipulador es narcisista, aunque sí todo narcisista es manipulador”.
Todos manipulamos, en mayor o menor medida, para conseguir lo que queremos, según explica la psicóloga clínica Miriam Ortiz de Zárate, fundadora del Centro de Estudios del Coaching, en Madrid. “Por supuesto, las personas que se colocan en el extremo de este continuo son las que muestran rasgos más patológicos y las que más daño pueden hacer a sus víctimas”, advierte. De hecho, el caso de una persona con personalidad narcisista sí se describe como un trastorno mental, incluido en el Manual Diagnóstico Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-5), donde se define como una persona con un patrón general de grandiosidad, necesidad de adulación y falta de empatía.
Pero el perspecticidio es una técnica muy cruel de manipulación que, además, supone una forma de control coercitivo especialmente dañina y sibilina. “Un método por el que el manipulador pretende conseguir la pérdida de identidad total en la víctima, sin que la persona pueda pensar por sí misma”, lo describe Guerra. “Esta táctica se extiende en el tiempo e involucra un aumento en la intensidad de los mensajes manipuladores, a través de un aumento de presión psicológica y emocional, incluso acusando a la persona de cobarde, socavando aún más su autoestima y percepción, y donde se incluyen amenazas de abandono, castigo, exposición o exclusión”, detalla.
Evan Stark, investigador y profesor en la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey, EE UU), fue el primero en utilizar este término en 2007 en su libro Control coercitivo. Y el estudio más reciente sobre esta materia es Teoría del Control Coercitivo, publicado en Oxford Academic en noviembre de 2022. Este señala que la palabra perspecticidio se ha utilizado para hacer referencia a cómo las víctimas que lo padecen pueden llegar a vivir en una cárcel sin rejas, es decir, en una “prisión mental” por estar sometidas a un completo lavado de cerebro.
En estos casos, el manipulador acaba definiendo el mundo de la persona a la que somete, ya que decide cómo debe actuar y pensar la víctima, es decir, le lava el cerebro y nubla su conciencia. “Es bastante frecuente que la persona víctima haya experimentado otras relaciones de manipulación previas, muchas veces en la infancia, por ejemplo con los padres”, explica Ortiz de Zárate. Y advierte: “Estas personas tienen más posibilidades de sentirse atraídas hacia este tipo de relaciones”. Aun así, la experta señala que se puede salir de esta situación. “Suele ser variable, pero, por lo general, son las terceras personas quienes observan cómo determinados comportamientos no son normales”, comenta. “A veces, se produce un punto de inflexión que provoca un despertar, y es la propia persona quien acude a terapia porque siente que algo no marcha bien, pero no sabe ponerle nombre”, relata desde su propia experiencia.
De esta forma, el primer paso para salir de esta situación sería la toma de conciencia. “Después de que la persona se haga consciente, debe tomar la decisión de hacer algo al respecto. Y el tercer paso debería ser ponerse en manos de un profesional que le ayude en el proceso”, resume Miriam Ortiz de Zárate.
Fuente: elpais.com